MAUSOLEO KNOCHE
En el poblado de Galipán se encuentran diferentes merenderos, restaurantes, posadas, que constituyen la principal atracción de los turistas de la región capital. Sin embargo, en los últimos años está cobrando gran importancia turística la zona conocida como San José de Galipán, específicamente un mítico mausoleo oculto en lo profundo de la selva, en las faldas del pico El Picacho.
Se trata del museo Knoche, ubicado a dos kilómetros aproximadamente de la plaza de San José de Galipán. El lugar ha sido recuperado por la Fundación FUNDHEA (Fundación Historia Ecoturismo y Ambiente) y por la Fundación Knoche, ambas preocupadas por preservar la mítica historia de este lugar.
Al comenzar el recorrido se emprende un fuerte ascenso hasta un lugar llamado El Plan de La Alpargata, desde aquí se aprecia una estupenda vista del pico El Picacho y parte del poblado Galipán, así como también del Hotel Humboldt. En el momento menos esperado se puede observar una gran torre que sobresale de la vegetación, indicándote la proximidad del museo, al arribar a él se encuentra un busto del Dr. Knoche, junto a un banco de concreto.
El Dr. Alemán Gottfried Knoche es uno de los personajes más misteriosos y enigmáticos relacionados con la historia de la Venezuela de mediados del siglo XIX, específicamente en la región de Galipán. Su Historia está envuelta en un hilo de misterio, ya que el Dr. Knoche fue precursor en la momificación de cadáveres mediante la creación de una novedosa fórmula momificadora, hecho sin precedente en la Venezuela del siglo XIX, que era inyectada a los cadáveres, sin necesidad de extraer las vísceras y que garantizaba la conservación del cuerpo durante muchos años. Si no fuese por sus notorios experimentos científicos sobre la momificación humana, su historia hubiese pasado desapercibida para muchos, ya que precisamente ese hecho lo llevó a ser muy conocido en aquellos tiempos y logró tejerse en torno a él una especie de leyenda macabra que fue confirmada por la momificación de muchos miembros de su familia, cuyos cuerpos descansaban en el Mausoleo familiar de su residencia, en la conocida hacienda Buena Vista.
Amante de la naturaleza, durante sus primeros tiempos en La Guaira el Dr. Knoche solía hacer largas excursiones a caballo hasta las montañas de Galipán. No muy lejos existían pequeñas fincas destinadas al cultivo del café y frutales. Knoche fijó su atención de manera preferente en una y la adquirió a bajo precio, con el fin de pasar en ella los fines de semana. Más tarde, con el pretexto de que a su esposa no le asentaba bien el calor de La Guaira, se mudó definitivamente a tan pintoresco lugar. Tuvo una hija de nombre Anna (1840-1879), quien se casó con Heinrich Müller (1812-1881) y un hijo que años más tarde vino desde Alemania. Médico como su padre, se radicó en Puerto Cabello, no se conocen mayores detalles de su destino.
Se dispuso entonces a edificar una casa, dotada de un gran salón, revestido de madera, con su chimenea y gradería a la entrada. Las habitaciones estaban dotadas de amplios ventanales que daban al mar. En la parte posterior de la hacienda el Dr. Knoche tenía su laboratorio de experimentación, muy ventilado y espacioso.
Se cuenta que este personaje lograba retirar durante la noche, para no alarmar al vecindario, algunos cuerpos de la morgue del hospital San Juan de Dios y los hacía subir en el lomo de mulas, al cerro, con un sirviente de confianza, para someterlos a su procesamiento. El líquido era inyectado en la yugular del difunto y al pasar por las vías circulatorias secaba o deshidrataba el organismo, consiguiendo la eterización del cuerpo después de la vida. La fascinación y persistencia por evitar el inexorable proceso de descomposición de los cuerpos, creó en torno a Knoche una leyenda y un territorio de ficción que convivía aledaño a la mansión Bella Vista.
Su fascinación por el proceso de momificación lo hizo construir un mausoleo, dentro del cual Knoche construyó seis criptas o sarcófagos de mármol y vidrio, donde fue colocando a los habitantes de la casa que iban falleciendo: su esposa, su hija, su yerno y el mismo Knoche.
En uno de sus frecuentes viajes a La Guaira tuvo noticias del fallecimiento, en el hospital de José Pérez, de un antiguo soldado de la guerra federal cuyo cadáver no fue reclamado. Por la noche, el médico alemán lo montó en una mula, trasladándolo cuesta arriba hacia su casa, donde lo sometió al tratamiento momificador. Contrariamente a lo que se suponía, en lugar de dejarlo al lado de su difunta esposa, le puso un radiante uniforme y tras colocarle un viejo fusil, lo fijó a la entrada de la casa a fin de que “inspirara respeto” ante los ocasionales viajeros.
Pero así como se hablaba de esos personajes anónimos, Knoche tuvo también “clientes” de renombre: el expresidente venezolano Francisco Linares Alcántara y Tomás Lander, personaje célebre de la Caracas del siglo XIX y fundador junto con Antonio Leocadio Guzmán del periódico liberalista El Venezolano. Sus familiares conocieron, a través de un amigo, las virtudes del misterioso líquido embalsamador de Knoche y solicitaron al médico que momificara el cuerpo. Una vez concluido el proceso -con el cuerpo ya vestido y maquillado por sus deudos- sentaron a Lander en un escritorio a la entrada de la casa, situada en la esquina de La Pedrera. Allí estuvo casi 40 años, hasta que el gobierno de la época exigió a los descendientes del difunto inhumar a su momia, la cual fue sepultada en el Cementerio General del Sur.
El famoso médico murió en su finca del Ávila el 2 de enero del 1901. Para la llegada de su propia muerte, Knoche había previsto que fuese la enfermera Amalia Weissmann la encargada de suministrarle el suero momificador, dosis que dejó preparada. Ella cuidó la hacienda hasta el año 1926. En completo abandono quedó la morada del Dr. Knoche al morir Amalia Weissmann, quién se llevó a la tumba el secreto de la fórmula empleada por el médico para embalsamar. No presentándose ningún heredero, la finca fue saqueada sistemáticamente.
Algunas de las paredes exteriores, los marcos de las puertas de la entrada principal, la caballeriza, un tanque, el laboratorio y el horno de la cocina son los últimos vestigios de la misteriosa posesión de El Ávila.
Las señalizaciones y trabajo de conservación de la zona hacen que el mausoleo pueda ser visitado, para lo cual es recomendable contactar a la Fundación FUNDHEA, que tiene una excelente información del lugar y un alto conocimiento de la Historia del Dr. Knoche.
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